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Cápsula del tiempo soviética: Niños de 1967 soñaban con un futuro donde el helado fuera gratuito


Llenar cámaras herméticas con mensajes a las generaciones futuras fue una actividad viral en la URSS hace 50 años, cuando se conmemoró el medio siglo de la Revolución de Octubre.



En distintas regiones de Rusia, activistas y etnógrafos territoriales han abierto varias cápsulas del tiempoque fueron depositadas hace medio siglo. Los mensajes que contenían estaban destinados a quienes serían los testigos del primer centenario de la Revolución de Octubre, que marcó en 1917 un giro hacia al socialismo en el país.
Una de estas cápsulas se construyó en un contenedor metálico que se incrustó en un bloque de hormigón en 1957 durante las celebraciones del 50.º aniversario de la Revolución en la ciudad de Novorossíisk, donde fue sumergido en el Mar Negro junto a la costa.
50 años después, aún quedan con vida algunas personas que tenían apuntadas y hasta tatuadas las coordenadas exactas del lugar y esos datos permitieron extraer el contenedor en septiembre pasado.
La cápsula, cerrada herméticamente, contenía 144 cartas y algunos materiales audiovisuales que nos permiten ahora observar cómo vivía el pueblo soviético en la década de los primeros vuelos tripulados al espacio y también qué esperaban de nosotros.

Nadie se inmiscuía en la selección de los mensajes

En aquel 1967 se creó un cuartel general especial para seleccionar los mensajes al futuro. El entonces máximo responsable de ese trabajo, Vladímir Kozlovski, ha recordado en declaraciones al periódico Rossíiskaya Gazeta que su equipo ponía a un lado los "textos demasiado patéticos" dedicados a la Komsomol (la principal organización juvenil de la URSS) o al Partido Comunista.
"Gracias a Dios, nadie se inmiscuía en nuestro trabajo, no nos imponían cartas", ha asegurado, evocando también el "increíble revuelo" que provocó entonces la idea de enviar mensajes al futuro.
Muchos creían en aquella época que estaríamos viajando libremente a otros planetas y haciendo negocios con alienígenas, mientras que gran parte de las labores domésticas serían hechas por robots. Los niños priorizaban que en el comunismo, sistema bajo el cual daban por seguro que viviríamos en el 2017, el helado sería gratuito y de libre acceso en todo el país. También querían que supiéramos qué libros leían y qué películas veían.

El niño que nunca vendió un 'secreto militar'

Quizás el protagonista más destacado de aquella iniciativa en Novorossiisk fue el adolescente ucraniano Serguéi Ostápenko, originario de Kiev. En aquella época, gozaba de fama por desempeñar el papel protagonista en dos películas inspiradas en la obra del escritor Arkadi Gaidar. Posteriormente, se graduó en Moscú como físico investigador de ondas ultrasónicas y, siendo ya doctor de ciencias, se marchó a EE.UU.
Ostápenko no solo dejó una carta en la cápsula, sino que también puso ocho bobinas de una cinta cinematográfica con una de las películas en las que participó. En los años 1960 y la década posterior, su personaje era de los más emblemáticos para la conciencia infantil: 'Malchish Kibalchish', un niño que nunca vendió un 'secreto militar' al enemigo, a los burgueses.
Al ser preguntado sobre si hoy día volvería a mandar el mismo filme a las futuras generaciones, rechazó la idea. "La juventud no lo apreciaría, mientras que los viejos no alcanzarán esa edad", confesó Ostápenko.

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